"La montaña quizá no sea más que un ingrato desierto de roca, nieve y hielo, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle."
Tras mucho esfuerzo y unas largas horas de duro periplo, llegas a la cima. Aun no te crees lo que has hecho, no crees por donde has subido, y piensas que de ninguna manera volverás a hacerlo. Te alegras por haber tenido éxito, y a la vez estallas emocionalmente por la tensión acumulada. Acabas de superarte, y no te creías capaz. no sabías que podrías llegar a ser tan fuerte, soportar semejante sufrimiento. Resulta ciertamente difícil explicar a escépticos y ajenos a este mundo qué se siente exactamente en lo profundo del alma, que te impulsa a pasar penurias, dificultades e incluso a arriesgar la vida de manera más o menos inconsciente.
En la alta montaña se puede admirar la belleza en estado puro y salvaje. Pero lo grande del alpinismo es que participas de ella, te zambulles en ella, y por un breve espacio de tiempo sientes sensaciones indescriptibles en su seno. En la alta montaña encontraremos además de la belleza, fraternidad, emociones sinceras, pureza y una paz sin igual. Aquel que sienta así todo esto, puede decir entonces, como a mi me gusta decir: "La Montaña es mi segunda vida".
El alpinista es un ser extraño, pues suele ser generoso, disfrutar enseñando lo que sabe, llevándote a lugares que no conoces, compartiendo esos pequeños tesoros que con tanta experiencia, sufrimiento y sabiduría han atesorado en el tiempo...
Ese loco, ese aparente sádico, masoquista... en realidad es una gran persona. Es generosa, reconoce el esfuerzo y la belleza del mismo, así como la del momento y el lugar. Es una especie de artista, un viajero, un aventurero del mundo interior y exterior. Es la esencia del hombre, del explorador, del ansia por saber más y llegar más lejos. Es en definitiva, un buen espejo en el que mirarse. Es lo que quiero ser de mayor."
16/02/2017 at 9:59 pm
> Nunca es tarde, Jose Alfredo! Las montañas siempre estan ahi!
>
Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo desde España!
Es difícil que nos entiendan, exponemos la vida por una recompensa quizá poco importante: alcanzar un punto geográfico elevado.
Somos tan extraños, que sacrificamos pasar tiempo con nuestros seres mas queridos para dedicarlo a ese sufrimiento que practicamos en nuestras aventuras. A veces sin saber a ciencia cierta si volveremos, aunque nunca exponiéndonos conscientemente a esa posibilidad...
Sin embargo y a pesar de esa locura, somos felices! Es como si supiéramos algo que tu no sabes. Pero no lo escondemos. No es un tesoro fácil de conseguir. No se puede robar, ni copiar, ni tomar prestado... Es un tesoro que cada uno ha de ganarse. Y además, no necesariamente de la misma forma y en los mismos lugares. Hemos estado allí y hemos vuelto. Nos encantaría enseñártelo, pero sabemos que tienes que hacer un sacrificio para conseguirlo. Lo único que podríamos hacer por ti es guiarte, acompañarte en ese valle de lagrimas...
Y cuando consigues alcanzar ese tesoro tu también... Guau, que sensación... Cuanta gratitud le sale del corazón al que tenga la suerte de tener un alpinista de verdad como guía, como amigo, como persona que comparte contigo ese tesoro, con el único objetivo de ver tu cara y disfrutar de nuevo de esa sensación, aunque no sea suya...
Por eso, creo que el alpinista, ese loco, ese aparente sádico, masoquista... en realidad es una gran persona. Es generosa, reconoce el esfuerzo y la belleza del mismo, así como la del momento y el lugar. Es una especie de artista, un viajero, un aventurero del mundo interior y exterior. Es la esencia del hombre, del explorador, del ansia por saber más y llegar más lejos. Es en definitiva, un buen espejo en el que mirarse. Es lo que quiero ser de mayor".